Pánico y agorafobia
El número de personas que sufren ataques de pánico cada vez es más importante entra la población general y es un problema muy invalidante y crónico si no se trata, ya que afecta al funcionamiento diario de la persona impidiendo en muchos casos que lleve a cabo sus actividades habituales.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), define el ataque de pánico como una “ola repentina de miedo intenso y de gran malestar que llega a su máximo en cuestión de minutos, y que durante este tiempo se producen una serie de síntomas físicos y cognitivos “.
Síntomas del ataque de pánico
Palpitaciones o aumento de la frecuencia cardíaca, sudor, temblor, sensación de falta de aire o de ahogo, náuseas o malestar abdominal, dolor en el tórax, sensación de mareo, sensación de irrealidad o de separación de uno mismo, miedo de perder el control o volverse loco y miedo de morir entre otros, son algunos de los síntomas que se pueden experimentar durante una crisis de ansiedad o ataque de pánico. Estos a su vez pueden ser esperados, donde existe una señal obvia o desencadenante o inesperados, sin una razón aparente.
¿Qué es la agorafobia?
Si la persona comienza a asociar los ataques de pánico en determinadas situaciones, iniciará un proceso evitativo, haciendo uso de estrategias disfuncionales para evitar que la crisis de ansiedad se repita, y desarrollando lo que se llama agorafobia.
La agorafobia se define como un “miedo o ansiedad intensa ante situaciones como utilizar el transporte público, estar en espacios abiertos, encontrarse en lugares cerrados, hacer cola o estar en medio de una multitud, y encontrarse solo fuera casa “. La persona comienza a evitar estas situaciones porque cree que escapar podría ser difícil o podría no disponer de la ayuda si aparecen síntomas de pánico u otros síntomas incapacitantes o humillantes. Este miedo y ansiedad es desproporcionada al peligro real que suponen las situaciones y causa un malestar clínicamente significativo.
Los intentos de evitar las sensaciones tanto incómodas provocadas por los ataques de pánico suelen ser un fracaso y paradójicamente es probable que aumenten su frecuencia.
Tratamiento del pánico y la agorafobia
El tratamiento necesario para remitirlos, en primer lugar, pasa por realizar una psicoeducación del problema de manera que se consiga perder el miedo a estas sensaciones físicas y cognitivas.
Paralelamente se establece una jerarquía de situaciones que provocan de menos a más ansiedad y se inicia un proceso de exposición progresivo.
A la vez se trabajan los pensamientos irracionales o los errores cognitivos como la dramatización o catastrofismo o el hecho de sobreestimar las probabilidades de que suceda un determinado hecho.
Estas técnicas basadas en la evidencia científica, son esenciales para la superación de este problema y necesarias para evitar su cronificación.

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